Evangelizando a través de las escuelas Católicas

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,

Bishop Thomas J. Olmsted

El Reverendísimo Thomas J. Olmsted.

Amplia investigación ha demostrado que una gran mayoría de los jóvenes abandonan la Iglesia antes de cumplir 22 años de edad y deciden no nunca volver. Se han realizado muchos estudios sobre la generación del Milenio para descubrir su afinidad (o falta de ella) a la fe Cristiana. La respuesta de la Iglesia ante esta falta de fe es la Nueva Evangelización. En 1990, el Papa San Juan Pablo II publicó su encíclica Misión del Redentora, en la que dijo: “Preveo que ha llegado el momento de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelización …. Ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos”. Todos sus sucesores, incluyendo a Papa Francisco, han respaldado con entusiasmo y continuado emitiendo este llamado de clarín. Con respecto a esto, uno puede preguntarse: “¿Cómo es que evangeliza una escuela Católica?”.

Las escuelas Católicas ayudan a la Iglesia en su misión de evangelización en 5 maneras:

  1. Siendo un lugar de encuentro con la vida de Jesucristo;
  2. Siendo lugares de comunidad llena del Espíritu;
  3. Impartiendo una visión Católica del mundo a través del currículo académico;
  4. Ayudando a los estudiantes a convertirse en seres libres; y
  5. Enviando a estudiantes al mundo como discípulos misioneros para transformar al mundo.

Exploremos cada uno de ellos brevemente.

Lugar de encuentro

Cuando Andrés y un compañero encontraron por primera vez a Jesús, mediante el testimonio de Juan el Bautista, le preguntaron (Juan 1:35ff): “Rabbí, ¿dónde vives?”. Su respuesta fue: “Vengan y lo verán”. Jesús, la Palabra hecha carne, invitó a Sus primeros discípulos a estar en una relación viva con él, a tener un encuentro con Él. Tal vez hubo un tiempo cuando podríamos asumir correctamente que un Católico ha tenido un significativo encuentro con Jesucristo si ha recibido los sacramentos de iniciación y participa en Misa cada domingo. Ya no podemos hacer esa suposición.

Las escuelas Católicas, gracias a Dios, son lugares de evangelización por asegurar que todos los estudiantes tienen el mensaje básico del Evangelio proclamado a ellos, son confrontados con una elección y luego tienen la libertad y la ayuda para hacer una respuesta de fe. La fe proviene de lo escuchado, así los estudiantes no pueden responder al Evangelio hasta que primero lo hayan escuchado. Sin duda, muchos estudiantes necesitan desarrollar primero una relación de confianza con un discípulo de Cristo (lo que llamamos evangelización previa) para que la proclamación sea eficaz. Pero una vez que se establece a través de la hospitalidad y amabilidad, lo más amoroso que una escuela católica puede hacer es compartir con cada persona la vida de Jesucristo. Como el Papa Benedicto XVI dijo a los educadores católicos en Washington D.C. (17 de abril de 2008): “En primer lugar, y sobre todo, cada institución educativa Católica es un lugar para encontrar al Dios vivo, el cual revela en Jesucristo la fuerza transformadora de Su amor y Su verdad”.

Una comunidad llena del Espíritu

Una escuela Católica está llamada a ser más de una institución; es una “verdadera comunidad de fe” (Cfr. J. Michael Miller, CSB, La Enseñanza de la Santa Sede sobre las Escuelas Católicas). Porque la educación Católica se hace en representación y a nombre de los padres, nuestras escuelas intentan reproducir el “ambiente cálido e íntimo de la vida familiar” (Ibid). San Juan Bosco dijo que “la educación es cosa del corazón” y por lo tanto, requiere el acompañamiento personal de un maestro (Ibid.).

Jesús mismo enseñó a Sus discípulos en el contexto de fraternidad y amistad. En un mundo que a menudo trata de sustituir la auténtica amistad con conexiones superficiales y tecnológicas, una escuela Católica es una comunidad llena del Espíritu, de los jóvenes que afirman su dignidad de ser hechos a imagen y semejanza de Dios. Esta comunidad de fe se construye a través de los esfuerzos conjuntos de los padres, maestros, administradores y estudiantes. Qué hermoso cuando nuestras comunidades de escuelas católicas cumplen las palabras de Jesús: “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Juan 13:35).

Visión mundial Católica impartida a través del currículo

Un aspecto constitutivo de la fe Cristiana es una forma única de “ver” al mundo. Las escuelas Católicas son mucho más que las escuelas públicas con las clases de religión y moralidad añadidas. Por el contrario, el espíritu de una educación Cristiana vivifica y une la totalidad del plan de estudios de la escuela:

  • Se imparten clases de ciencias y matemáticas con una postura de asombro hacia el mundo creado, sabiendo que Dios ha impregnado toda la creación con inteligibilidad;
  • Los estudiantes son expuestos a lo mejor de la civilización occidental: su literatura, poesía, arte, arquitectura, etc. — como fue tomada y perfeccionada a través del acto de fe;
  • La historia es vista a través de los ojos de la fe sabiendo que Jesús es el Señor de la historia;
  • Los problemas sociales y humanos se exploran a través de la lente de la doctrina social Católica, reconociendo la dignidad de la persona humana y los principios de subsidiariedad y solidaridad.

A través de la inculcación de éstos, nuestros alumnos reciben de una educación Católica una forma de ver un mundo que está lleno de belleza, maravilla, verdad y bondad. Este es el antídoto a una educación que está fragmentada, utilitaria y con frecuencia carente de verdadera belleza. Francis Bacon bromeó una vez: “El conocimiento es poder”; como Católicos, creemos que “el conocimiento es maravilloso”. Nuestras instituciones educativas Católicas tienen la alegría y la responsabilidad de presentar a los estudiantes un mundo útil, hecho a existencia por el amor creador de nuestro Padre Celestial.

Enseñan a los estudiantes la verdadera libertad

La educación Católica forma a los estudiantes para tener verdadera libertad. Como dice Jesús: “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:32). La libertad es verdaderamente libre, sólo cuando se basa en la verdad. Verdadera libertad es la “libertad para la excelencia”; por lo tanto, la libertad aumenta cuando algo es más completamente lo que fue creado para ser. Un tren es más libre cuando está en sus rieles, porque está cumpliendo las funciones para lo que fue creado. Una persona alegre y evangelizada es verdaderamente libre para ser y vivir como un hijo de Dios.

Las falsas nociones de libertad ocurren cuando se separa la libertad de la verdad, reduciéndola a la simple autonomía. Como Jesús dice: “El que vive en el pecado es esclavo del pecado” (Juan 8:34). En otras palabras, actuar en contra del designio divino que Dios ha inscrito en todos nosotros es llegar a ser menos libre, para alejarnos más del propósito para el cual Dios nos creó. La educación Católica considera la plenitud de lo que es una persona: es decir, una persona creada a imagen y semejanza de Dios, destinada a la vida eterna, manchada por el pecado original pero aún así redimida y amada por Dios por lo que Él puede cumplir Su destino original. Como el Papa Pío XI declaró (Divini Illius Magistri, #5): “No puede existir educación verdadera que no esté totalmente ordenada hacia este fin último”.

Toda la educación busca mejorar al hombre, pero que plantea las preguntas: “¿Qué es hombre? ¿Por qué está aquí y para qué es? El Evangelio de Jesucristo responde a estas preguntas; así, cuando la educación Católica imparte a los alumnos las virtudes intelectuales y morales para conocer la verdad y amar el bien (los cuales tienen su último fundamento en Dios) está dando a los estudiantes el don de la verdadera libertad. Una persona alegre y evangelizada es una persona verdaderamente libre para ser y vivir como un hijo de Dios.

Formar a Discípulos Misioneros

Los barcos se construyen en el puerto, pero no fueron hechos para permanecer allí. La Iglesia es misionera por su naturaleza. Jesús fue enviado por el Padre al mundo en el poder del Espíritu Santo. Él, a su vez, envía a Sus discípulos a enseñar a todas las naciones (Mt 28:18ff). Nuestras escuelas Católicas, por lo tanto, no pueden existir por sí mismas. Después de que los estudiantes han encontrado al Cristo resucitado y se han formado en las comunidades de fe y libertad, el Evangelio exige que sean enviados al mundo como embajadores de la verdad y el amor de Cristo.

Una marca de una escuela verdaderamente Católica es el fruto dado en la vida de sus graduados. Esa fruta debe ser demostrada en la actividad misionera de sus graduados, llamados y enviados por Jesús a ser sal y luz en la cultura a su alrededor, sabiendo que las personas y las culturas mueren sin Cristo. Como declaró el Papa Paulo VI (Evangelii Nuntiandi, #24: es “impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da testimonio y anuncia”.

Conclusión

Qué noble vocación es la de ser un educador Católico, para ayudar a los jóvenes a descubrir quiénes son y para qué fueron hechos. Santa Catalina de Siena una vez comentó: “Sé quien Dios te ha destinado a ser y prenderás el mundo en llamas”. Cuando la educación Católica es lo está llamada a ser, también tiene el poder de prender el mundo en fuego. Que los padres, profesores y alumnos de nuestras escuelas Católicas locales, a través de su contacto constante con Jesús, la Palabra hecha carne — sean inspirados discípulos misioneros de Su Reino.

Santa Caterina Drexel, ruega por nosotros.

Virgen de Guadalupe, ruega por nosotros.

Sinceramente suyo en Cristo,

 

+Thomas J. Olmsted
Obispo de Phoenix

Promulgado en la fiesta de Santa Caterina Drexel, 3 de marzo de 2017.