“Fieles al ejemplo del Maestro, es vitalmente importante para la Iglesia de hoy ir adelante y predicar el Evangelio a todos: en todos los lugares, en todas ocasiones, sin vacilación, sin reluctancia o miedo. La alegría del Evangelio es para todas las personas: nadie puede ser excluído”. – Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 23.

La Oficina de Ministerio en las Prisiones se esfuerza en “ir hacia adelante” con la alegría del Evangelio y en ser discípulos misioneros para los pobres, especialmente los pobres quienes están en necesidad dentro de las cárceles estatales y del Condado. Es nuestra creencia que trayendo a Cristo a los encarcelados y sus familias, podemos asistirles al encuentro con Cristo vivo en sus actividades día a día, en su vida social y en las experiencias familiares que crean sus realidades individuales.

La Oficina de Ministerio en las Prisiones es una comunidad evangelizadora y se basa fuertemente en nuestros voluntarios diocesanos, quienes no tienen miedo ni vacilan en traer la alegría del Evangelio a todas las personas en todos los lugares, especialmente a quienes están internados en las cárceles y prisiones. Como tal, esta oficina debe continuar apoyando sus necesidades administrativas, logísticas y espirituales para mantenerlos evangelizando en las calles. Esta evangelización los mantiene a ellos y a nosotros en el “olor de la oveja” y provee a esta oficina con la habilidad de mantener un pulso sobre lo que está pasando dentro del rebaño del ministerio.

Nosotros oramos para que la siembra de la semilla del Evangelio en los encarcelados caiga en tierra fértil y les ayudemos a encontrar la salvación, y los conduzcamos a una experiencia de verdadera conversión. Esta conversión y aceptación de la salvación los liberará del pecado, aliviará su dolor y disminiurá su vacío interior y la sodadad en la cual todos se encuentran. La Palabra de Dios es impredecible en su poder (Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 22).

La Oficina de Ministerio en las Prisiones entiende y reconoce que cada encuentro con el encarcelado, con el pobre y sus familias y nuestros voluntarios es un encuentro con Cristo vivo. Cada encuentro debe conducir a una grandiosa solidaridad dentro de la Iglesia a través de nuestro “coraje apostólico por diseminar la Palabra” y del testimonio individual de nuestra vida.