11.o Domingo del Tiempo Ordinario
Oración
Padre Amoroso,
A través de Tu Hijo, nuestro Médico Divino, somos reconciliados con Tigo y traídos a la totalidad de la mente, cuerpo y espíritu. Ayúdanos a celebrar Tu curación y perdón amoroso en nuestras vidas; especialmente a través de los Sacramentos de la Unción de los Enfermos y la Reconciliación. Amén.
Comentario
Primera Lectura: 2 Samuel 12: 7-10, 13
Estamos en un viaje de seis semanas sobre el “Perdón”. Nuestra primera lectura se dirige a esta tema.
No podemos escondernos de Dios. Vemos esto en una manera profunda cuando Dios desafía a David para examinar su conciencia. Por medio del profeta Natán, David debe admitir a lo que él esperaba que fuera ocultado. Sin embargo, nada está escondido de Dios y David lo sabe.
La mayoría de nosotros no tenemos un profeta como Natán para hablar en nombre de Dios con el fin de enfrentar nuestros pecados ocultos. Sin embargo, tenemos una conciencia y nuestra conciencia nos recuerda que no podemos escapar los ojos de Dios. Todo lo que está escondido será revelado. Cuando respondemos a la voz de Dios a través de nuestra conciencia, somos invitados a reconocer nuestros pecados.
Sólo después de que admitimos nuestros pecados comienza la sanación y reconciliación. Afortunadamente, tenemos un Dios generoso que nos da amplias oportunidades para enfrentar a nuestros pecados y pedir perdón.
Pregunta
¿Alguna vez ha sido desafiado por su conciencia para admitir un pecado que esperaba mantener oculto?
Segunda lectura: Gálatas 2:16, 19-21
Mucha gente evita el Sacramento de la Reconciliación porque le da vergüenza. Muchos de los que están avergonzados no quieren perder su orgullo. El orgullo falso pone a una persona en una posición de arreglar las cosas por su propia cuenta. Un individuo puede decir, “Voy a ir a confesarme después de poner mi vida en orden.” Sin embargo, el punto de la confesión es para que Dios ponga nuestra vida en orden.
El punto de la carta de San Pablo a los Gálatas es reconocer que la gracia de Dios es un regalo y un regalo no se puede ganar.
Apelando a las leyes o preceptos para rectificar mis pecados no es la manera de poner mi vida en orden. Al contrario, basándonos en la gracia no ganada de Dios a través de Jesús es el camino a la totalidad.
La belleza del Sacramento de la Reconciliación es la oportunidad de pararnos ante Dios admitiendo que somos pecadores y luego permitiendo que la gracia, la misericordia, y el perdón de Dios penetre nuestros corazones y almas y nos lleve a casa.
Pregunta
¿Es usted una persona que prefiere arreglar sus propios errores en lugar de confiar en la ayuda de Dios o de otros?
Evangelio: Lucas 7: 36-8: 3
La mujer en nuestro Evangelio en actualidad no pide que sus pecados sean perdonados. Sin embargo, sus acciones implican que ella es verdaderamente arrepentida. Bañando los pies del Señor con sus lágrimas es un acto increíble de humildad y su acción sin invitación a-un es un acto de valentía. Ella está dispuesta a ser humillada ante la multitud con el fin de buscar la atención del Señor.
El Sacramento de la Reconciliación no es para los débiles. Elegir a desnudar su alma delante de un sacerdote es verdaderamente admirable. Si una persona viene a confesarse después de 20 años o cada semana para enfrentar sus demonios continuos, poniendo a sí mismo en una posición humilde como un pecador confesado es verdaderamente valiente.
Algunos creen que tal acción no es necesaria. Algunos creen que pueden ir directamente a Dios con sus pecados. Mientras que, en casos extraordinarios, un buen acto de contrición delante de Dios será suficiente – especialmente si uno es a punto de morir – en los casos ordinarios, tenemos el reto de humillarnos ante un representante de Cristo y la Iglesia y confesar nuestros pecados. La recompensa por nuestra valentía es grande! Cuando damos un paso de fe y revelamos nuestra alma, confiamos en que lo que Jesús dijo a la mujer, nos dice a nosotros, “Tu fe te ha salvado; vete en paz.”
Pregunta
¿Qué recompensas ha obtenido por confesar sus pecados
La tarea de esta semana
El Papa Francisco nos ha recordado más de una vez que la misericordia de Dios nunca se puede agotar. Toma tiempo para reflexionar sobre la misericordia del Señor esta semana. Pregúntate: “¿Ay un pecado en mi pasado que creo que Dios no puede perdonar?” Si lucha para responder a esta pregunta, tal vez usted debe preguntar a un sacerdote por algún guía espiritual.
Oración del Grupo
El grupo reza unido el Acto de Contrición:
Dios mío, estoy arrepentido de todo corazón haberte ofendido, y detesto todos mis pecados, debido a tu castigo justo, pero sobre todo porque te ofenden, mi Dios, que eres todo- Bien y digno de todo mi amor. Firmemente resuelvo, con la ayuda de Tu gracia, no pecar más y evitar la ocasión cerca del pecado. Amén.
Continúe con el Salmo 32.
Salmo
Respuesta: Perdona, Señor, nuestros pecados.
Dichoso aquel que ha sido absuelto
de su culpa y su pecado.
Dichoso aquel en el que Dios no encuentra
ni delito ni engaño.
R. Perdona, Señor, nuestros pecados.
Ante el Señor reconocí mi culpa,
no oculté mi pecado.
Te confesé, Señor, mi gran delito
y tú me has perdonado.
R. Perdona, Señor, nuestros pecados.
Por eso, en el momento de la angustia,
que todo fiel te invoque,
y no alcanzarán las grandes aguas,
aunque éstas se desborden.
R. Perdona, Señor, nuestros pecados.
Alégrense con el Señor y regocíjense
los justos todos,
y todos los hombres de corazón sincero
canten de gozo.
R. Perdona, Señor, nuestros pecados.
Concluir con el PADRE NUESTRO
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