23º Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Cristo en Nuestro Barrio es un programa de evangelización de la Diócesis de Phoenix.

Oracion

 Padre amoroso,
Nos has dado a tu Hijo para que nos cuide y nos pastoree. Solos, somos incapaces de ponernos de pie. Con Él, podemos caminar. Ayúdanos a estar de pie y caminar con tu Hijo. Ayúdanos a continuar Su misión hasta que encontremos nuestro lugar contigo. Amén.

Comentario

Primera Lectura: Ezequiel 33: 7-9

Este fin de semana, los estadounidenses recuerdan la tragedia que impactó a nuestro país el 9-11. Esta triste ocasión movió al gobierno a ser extra vigilante. La organización de la Seguridad Nacional, puertas a prueba de balas que separa a los pilotos de los pasajeros y más alta seguridad en los aeropuertos, estadios y otros lugares nacieron de esta terrible tragedia. La necesidad de ser vigilante nunca ha sido más importante.
Dios habla al Profeta Ezequiel en la lectura de hoy y le ordena que vigile la Casa de Israel. Vigilar significa advertir a los Israelitas que deben partir de sus falsos caminos y regresar al Señor. La presión está sobre Ezequiel. Si no lo hace, él mismo será encontrado culpable. Sin embargo, debe advertir a los malhechores y si se niegan para atender su llamado, ellos serán castigados.
Vigilar es un duro deber. Pero, es necesario para protegernos de nosotros mismos. Los humanos tienen el hábito de meterse en problemas y por eso necesitamos personas que ayuden a protegernos. Los padres vigilan sobre sus niños y adolescentes, la policía está llamada a proteger y servir, sacerdotes y líderes religiosos vigilan las almas.
Vigilar es un trabajo de 24 horas, cada día de la semana. Nunca podemos dejar ser vigiles. Los que vigilan sobre nuestro país nos recuerdan que tienen que ser correctos 100% del tiempo, mientras que aquellos que desean hacernos daño necesitan ser correctos sólo una vez.
Oremos por los que nos vigilan.

Preguntas

    • ¿De qué manera vigilas a los demas?

Segunda Lectura: Romanos 13: 8-10

Los psicólogos conductuales hablan de dos tipos extremos de personas: Aquellos que tienen un alto locus de control interno y aquellos que tienen un alto locus de control externo. Aquellos con un alto locus de control interno son a menudo líderes muy concentrados con poco espacio para paciencia. A menudo gente les llaman “sabelotodos”. Ellos que tienen un alto locus de control externo son incapaces de enfocarse y parece que no pueden hacer algo sin fuerzas externas para ayudarles. A menudo se les llama “inseguros”.

Romanos nos recuerda que estamos llamados a ser equilibrados en nuestra ubicación de control y este equilibrio proviene del código moral básico: “Ama a tu prójimo.”

Para estar en vigilia, como hemos oído en la primera lectura, presume que nosotros mismos tenemos alguna brújula moral. Supone que nosotros vigilamos nuestra propia conducta moral primeramente y, por lo tanto, si otra persona cae ética o moralmente, tratamos de ayudarlos a volver a la pista.

Aquellos que tienen un locus moral de control equilibrado saben que todos somos imperfectos y que de vez en cuando, no cumpliremos los mandamientos. No podemos ser como los “sabelotodos” que son rápidos a encontrar las faltas y los pecados en otros. Ni podemos ser tan “inseguros” como para decir, “yo soy sólo un pecador y yo nunca podré dirigirme con un código moral.”

El amor – que es el cumplimiento de la ley- es el ingrediente necesario para mantenernos equilibrados. Es nuestro código moral primario para vivir auténticamente.

Preguntas

    • ¿Cómo es el amor la guía moral para tu vida diaria?

Evangelio: Mateo 18: 15-20

Vigilar no significa tomar control sobre la vida de otra persona. Sin embargo, sí significa que tenemos alguna parte en ayudar a otros en su desarrollo moral y comportamiento humano básico. Esto es especialmente cierto entre los Cristianos.
En esta serie sobre “Amar y perdonar”, entendemos que tenemos una responsabilidad Cristiana de animar a la gente a permanecer en Cristo.
Cuando una persona pierde el camino, nosotros amorosamente lo acompañamos a la virtud.
El Evangelio ofrece un ejemplo de cómo dirigirse a un pecador; especialmente si el pecado está en contra de ti. Primero, habla con el pecador directamente. Entonces, si él no te escucha, llama a otros para obtener ayuda. Finalmente, si aún no se resuelve, solicita la ayuda de la iglesia más extensa.
En este ejemplo, Jesús muestra lo paciente y cariñoso que debemos de ser hacia los que nos hacen daño. Este acercamiento, paso a paso, hacia la conciliación con otro comienza con el código moral que leemos en Romanos. Amando a nuestro vecino es el prerrequisito para ayudar a nuestro vecino a reclamar su brújula moral.
¿Notaste el modo en que Jesús nos dice que debemos tratar al pecador como un Gentile o recaudador de impuestos si él o ella ni siquiera escucha a la Iglesia? Podemos sentirnos tentados a pensar que este es nuestro modo de finalmente despedir al pecador. Finalmente podemos deshacernos de él o ella. Sin embargo, siempre debemos recordar que Jesús cenó con pecadores, gentiles, y recaudadores de impuestos. Por lo tanto, nunca podemos poner una línea en la arena. ¡Ser amoroso y perdonar significa ser amoroso y perdonar siempre!

Preguntas

    • ¿Alguna vez he renunciado a una persona que me ha hecho daño? ¿Al menos ofrezco una oración por él o ella?
Tarea
En respuesta a las lecturas de esta semana y en preparación para el próximo domingo, toma tiempo para reflexionar sobre el prólogo del Catecismo de la Iglesia Católica, artículo 25.
Oración grupal

El líder invita al grupo a orar juntos las siguientes palabras:

 Padre, por favor perdónanos por no ser perdonadores.
Perdónanos por pensar malos pensamientos, y por buscar venganza contra las personas que nos han ofendido.
Perdónanos por el odio y por no caminar en amor.
Perdónanos por cotillear, mentir y por obcecar en nuestras mentes lo que se había dicho o hecho contra nosotros.
Señor, recuérdanos de las personas que necesitamos perdonar y ayúdanos a perdonar.

El líder guiará al grupo en la oración del Salmo 94.

Salmo

Respuesta: Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Vengan, lancemos vivas al Señor,
aclamemos al Dios que nos salva.
Acerquémonos a él, llenos de júbilo,
y démosle gracias.

R: Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Vengan, y puestos de rodillas,
adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo,
pues él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo,
él nuestro pastor y nosotros, sus ovejas

R: Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Hagámosle caso al Señor, que nos dice:
“No endurezcan su corazón,
como el día de rebelión en el desierto,
cuando sus padres dudaron de mí,
aunque habían visto mis obras”.

R: Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Concluir con un Padre Nuestro

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