15.o Domingo del Tiempo Ordinario
Oración
Padre Amoroso,
Ayúdanos a celebrar tu amor que cura y perdona en nuestras vidas; especialmente a través de los sacramentos de La Unción de los Enfermos y la Reconciliación. Amén.
Comentario
Primera Lectura: Deuteronomio 30: 10-14
Moisés ofrece un último adiós a los hijos de Israel cuando los envía a la Tierra Prometida. Su despedida incluye un mandamiento de Amar a Dios con todo el corazón y el alma.
Ya que consideramos el tema de estas últimas 6 semanas sobre la Curación y El Perdón, entendemos que el amor es el único remedio para lograr ser completo. De hecho, el amor es la única razón para la curación y el perdón. Al final, el amor es la suma de todo lo que hacemos y todo lo que somos.
Si tenemos en cuenta que Dios es amor, debemos abordar el Sacramento de la Reconciliación desde el ángulo de amor. Ser reconciliado es ser traído de nuevo en una comunión de amor con nuestro Dios a través de Jesús. No es simplemente una confesión de nuestros pecados para que podamos volver al viaje de nuestra vida. A menos que tengamos el deseo de viajar con Dios, que es amor, nuestro enfoque para el Sacramento de la Reconciliación no es completo.
El mandamiento de amor no es demasiado misterioso o remoto para nosotros. Tenemos sólo que llevarlo a cabo.
Pregunta
¿Con qué propósito te acercas al Sacramento de la Reconciliación?
Segunda lectura: Colosenses 1: 15-20
El Sacramento de la Reconciliación comienza y termina con Jesucristo, “la imagen de Dios invisible”, a través del cual todas las cosas fueron creadas. Es también a través de él que nosotros estamos reconciliados con el Padre “por medio de su sangre, derramada en la cruz.”
Jesús dice que los dos mandamientos – a Amar a Dios y al prójimo como a ti mismo – son la fundación de todas las leyes y los profetas. San Pablo nos recuerda que Jesús es la fundación y en él “todas las cosas se mantienen unidas.”
Jesús es Amor porque Jesús es Dios. Siempre que queramos abrazar realmente el amor, debemos abrazar a Jesús.
Tenemos la oportunidad de abrazar a nuestro Señor a través de nuestras oraciones y meditaciones diarias, a través de la lectura de Escritura y el intercambio semanal de la palabra de Dios a través de nuestro programa de Cristo En nuestra Vecindad, y de más importancia – a través de la vida sacramental de la Iglesia; incluyendo la Eucaristía, así como los Sacramentos de Curación y El Perdón.
Pregunta
¿Cómo estás abrazando activamente a Jesús?
Evangelio: Lucas 10: 25-37
Nuestro tema de 6 semanas sobre el perdón concluye con nuestro Evangelio de hoy sobre los grandes mandamientos de Amar a Dios con todo el corazón, ser, fuerza, y mente y amar al prójimo y a nosotros mismos.
Un pensamiento común es que podemos escoger a nuestros amigos, pero no podemos escoger a nuestra familia. Sin embargo, como Cristianos, ni siquiera podemos escoger a nuestros amigos. Jesús nos desafía a ver que no podemos ser selectivos cuando se trata de la pregunta: “¿Quién es mi prójimo?
Está claro en el Evangelio que no había amor entre los Judíos y Samaritanos en el tiempo en que Jesús presento esta parábola. Sin embargo, para
Cristo, ambos Judíos y Samaritanos son amados igualmente y ambos son redimibles igualmente. La redención es para los Judíos, Samaritanos, y toda la humanidad. El Señor no es selectivo. En él, no hay Judío ni Griego, esclavo o libre, hombre o hembra. Todos son uno en los ojos de Dios y todos son amados. Si El amor de Dios no tiene límites, no puede haber límites para nosotros cuando se trata del amor al prójimo.
Pregunta
¿Quién es tu vecino?
La tarea de esta semana
Si has encontrado esta serie sobre el Perdón espiritualmente útil para ti, considera hacer un intento de abrazar el Sacramento de la Reconciliación y la gracia que viene con eso.
Tal vez tú y tu grupo podrían considerar ir a la Reconciliación juntos esta semana que viene y después compartir una comida juntos en la alabanza y el agradecimiento por permanecer en la gracia de Cristo nuestro Redentor.
Oración del Grupo
El grupo reza la siguiente oración:
Señor, ayúdame a amarte con todo mi corazón, mi alma, y mi fuerza. Déjame amar a mi prójimo como a mí mismo.
Confío en tu amor por mí. Amén.
Continúe con el Salmo 69.
Salmo
Respuesta: Escúchame, Señor, porque eres bueno.
A ti, Señor, elevo mi plegaria,
ven en mi ayuda pronto;
escúchame conforme tu clemencia,
Dios fiel en el socorro.
Escúchame, Señor, pues eres bueno
y en tu ternera vuelve a mí tus ojos.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Mírame enfermo y afligido;
defiéndeme y ayúdame, Dios mío.
En mi cantar exaltaré tu nombre,
proclamaré tu gloria, agradecido.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Se alegrarán al verlo los que sufren;
quienes buscan a Dios tendrán más ánimo,
porque el Señor jamás desoye al pobre
ni olvida al que se encuentra encadenado
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Ciertamente el Señor salvará a Sión, reconstruirá a Judá;
la heredarán los hijos de sus siervos, quienes aman a Dios la habitarán.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Concluir con el PADRE NUESTRO
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