Todo aquel con raíces profundas en la Diócesis de Phoenix recuerda con cariño las visitas de la Madre Teresa a Phoenix en los días 1 de febrero y 10 de febrero de 1989. Casi tres décadas después, las 45 horas que pasó con nosotros todavía reverberan a lo largo de la vida de la Iglesia aquí en Arizona.

¿Por qué? A lo mejor tiene mucho que ver con el hecho de que la monja energética capturó la atención del mundo cuando recibió el Premio Nobel de la Paz en 1979. También tenía que ver con su personalidad carismática. Aunque su misión era en todo el mundo y recibió mucha atención personalmente, ella permaneció siendo la mujer sencilla, pobre y santa que el mundo llegó a conocer y admirar.

Mucha de la atención que atrajo y todavía atrae hoy en día, puede ser atribuida a la creencia de muchas personas de que ella era una “santa viviente”. La misma Madre Teresa diría que Dios nos llama a todos a ser santos vivientes.

Y a partir del 4 de septiembre, el Papa Francisco lo haría oficial en la Misa de Canonización: Santa Madre Teresa de Calcuta.

Las visitas de la Madre Teresa a Phoenix llamaron atención al trabajo de mujeres y los hombres religiosos y sacerdotes; ella trajo un aumento a la oración y adoración al Santísimo Sacramento; ella trajo la conciencia a la pobreza en nuestro propio estado. Pero lo más importante, su presencia llevó a la gente una profundización en su fe, alimentó al hambriento y dio refugio a los desamparados.

Al mismo tiempo que damos gracias a Dios por la vida de la Santa Madre Teresa, su causa por la canonización, y su impacto duradero en nuestra comunidad y el mundo, les animamos a escuchar esta reflexión orante del Obispo Thomas J. Olmsted. Por favor, compártanlo con sus familias y amigos!

Que el Señor esté con ustedes al ir y “hacer algo bello por Dios.”