Cuando Pido Ayuda: Una Respuesta Pastoral a la Violencia Doméstica Contra la Mujer

Ella explicó que tuvo que quedarse con su hermana porque su esposo le cerró la casa cuando estaba furioso. Él, le informó al consejero en la terapia de grupo que después de la primera golpiza, ya no tuvo que volver a golpearla. Era suficiente amenazarla levantando el puño.

Reconociendo la seriedad del problema, estamos dirigiendo esta declaración a varias audiencias:

  • primero, a las mujeres que son víctimas de la violencia y que necesitan la ayuda de la Iglesia para escapar de su dolor y su aislamiento;
  • a los párrocos, personal de la parroquia y educadores que a menudo son una primera línea de defensa para las mujeres que están sufriendo el abuso;
  • a los hombres, especialmente a aquellos que como agresores no saben cómo escaparse del ciclo de violencia, o que no comprenden cómo esto puede conseguirse;
  • a la sociedad, que lentamente está reconociendo el alcance de la violencia familiar en contra de la mujer.

Nota: Esto no quiere decir que en esta declaración esté todo incluido sobre la violencia en contra de la mujer. Porque la violencia tiene muchas dimensiones y ramificaciones, esta declaración intenta ser una introducción junto con algunas sugerencias prácticas pastorales a las parroquias de lo que pueden hacer ahora en ese sentido.

Señor, ten compasión de mí,
pues estoy entre angustias;
mis ojos mi alma y mi cuerpo
languidecen de tristeza.
Mis enemigos hacen burla de mí,
mis vecinos se horrorizan
y mis conocidos se espantan de mí.
Si me ven en la calle se alejan de mí…
Soy como el objeto gastado y olvidado…
Pero yo, Señor, confío en ti,
recuerdo que “tú eres mi Dios.”
—Salmo 31:10-15