Un aspecto particular de esta responsabilidad se refiere a la ‘regulación de la natalidad’. Por razones justificadas, los esposos pueden querer espaciar los nacimientos de sus hijos. En este caso, deben cerciorarse de que su deseo no nace del egoísmo, sino que es conforme a la justa generosidad de una paternidad responsable. Por otra parte, ordenarán su comportamiento según los criterios objetivos de la moralidad.
—Catecismo de la Iglesia Católica, 2368

El uso de anticonceptivos en nuestra sociedad de hoy en día no está generalmente aceptado pero muchas veces falsamente promocionado como los medios para obtener felicidad y seguridad en una relación. “Anticoncepción” incluye cualquier método, instrumento o medicina que se toma para prevenir la concepción de una nueva vida o para terminar esa vida directamente después de la concepción. Muchas veces, como con “la Píldora”, los científicos no están seguros si se previene la concepción o si al niño concebido recientemente no le es permitido implantarse en el útero de su mamá, resultando en un aborto prematuro. La Iglesia enseña en contra de cualquiera y de todas estas formas porque violan la apertura a la nueva vida que la pareja debe tener cuando realizan el acto sexual, así como la dignidad de la nueva vida creada.

La Iglesia les pide a los padres que sean responsables y reconozcan que las parejas pueden tener la necesidad de posponer el embarazo por serias razones. La anticoncepción, sin embargo, no es un medio aceptable para posponer el embarazo. La Iglesia promueve lo que se llama Planificación Natural de la Familia (PNF) para regular los nacimientos. PNF utiliza los signos naturales de la fertilidad en el cuerpo de la mujer para indicar cuando ella es fértil y cuando es infértil. Utilizando estos señales, las parejas pueden escoger si se abstienen o si tienen relaciones sexuales, basados en su deseo de posponer el embarazo o de concebir.