Transcripción del video

Mis hermanos y hermanas en Cristo,

Antes de su Ascensión al Cielo, Jesús reunió a Sus Apóstoles en el Mar de Galilea y les dio la Gran Comisión. Les dijo: “Se Me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.

¡Qué gran responsabilidad les dio Jesús a los Apóstoles! Gracias al Don del Espíritu Santo, estaban preparados para el desafío, listos para esta Gran Comisión que continúa guiando a la Iglesia hasta el día de hoy, y la cual cambió el curso de la historia para siempre. El mandato de Jesús de ir y hacer discípulos nos coloca directamente en este punto de la historia: ¡hoy! A través de guerras, plagas y disturbios civiles, la Iglesia ha trabajado con la gracia de Dios para permanecer fiel a esta misión. Con el COVID o no, el año 2020 no debería ser diferente.

En la actualidad todos estamos llamados, como Sus Apóstoles lo estuvieron hace 2000 años, a salir y ser testigos fieles del Jesucristo Viviente. Esta no es una responsabilidad que podamos dejar solo a nuestros sacerdotes, diáconos, religiosos y líderes parroquiales. Como Católicos, ¡todos debemos estar vivos en nuestra fe! Si usted esta bautizado, usted comparte la misión de Jesús. Pero ¿cómo es que podemos hacer eso durante una pandemia? Algunas personas, debido a sus propios problemas de salud o los de sus familiares, están limitados en lo que les es posible hacer. Hay personas que a las que aún no les ha sido posible participar en la Eucaristía, sin embargo, todavía pueden orar cada mañana y cada noche, pueden sintonizar la programación católica, la transmisión en vivo de la Misa y encontrar otras formas creativas de alimentar sus almas con lo que es bueno, verdadero y santo.  Esta crisis de salud pública no debe conducirnos a una crisis de fe. No es demasiado pronto para mirar más allá de la pandemia y preguntarnos cómo podemos emerger más fuertes en la fe y con un amor más profundo por Jesús. Como escribió el Cardenal Robert Sarah el 15 de agosto,

“Tan pronto como las circunstancias lo permitan … es necesario y urgente volver a la normalidad de la vida cristiana, la cual tiene el edificio de la iglesia como su hogar, y a la celebración de la liturgia, especialmente la Eucaristía, como ‘la cumbre hacia la que se dirige la actividad de la Iglesia … [y] la fuente de la que fluye todo su poder’ ”.

Como católicos, estamos llamados a ser buenos administradores de los dones de Dios, especialmente los Sacramentos y las Sagradas Escrituras; ser fieles discípulos de nuestro Señor Jesucristo, y generosos servidores de la evangelización, dando testimonio de la Buena Nueva del Reino de Dios. Los invito a reflexionar sobre estos deberes, ya sea individualmente, o en familia.

Primero, la Corresponsabilidad:

¿Cómo cuida usted de sus relaciones con el Señor y con las personas a quienes Él le da para que los ame? ¿Cómo se refleja su fe en Cristo en la forma en la que trata a los demás? ¿Reconoce que cada persona puesta en su camino es un regalo de Dios para ayudarle a crecer en santidad?

Segundo, el Discipulado:

¿Es su gratitud por la fe en Cristo evidente para los demás? ¿La bendición de ser miembro de la Iglesia de Cristo brilla en sus ojos y en sus obras? ¿Alguna vez le ha hablado a otra persona acerca de Jesús? Ven y Ve.

Tercero, la Evangelización:

¿Ha compartido con los demás la historia de cómo usted llegó a conocer a Jesús? ¿Cómo es que su fe le ha ayudado durante estos últimos meses? Además de agradecerle a Dios por su misericordia, ¿ha compartido esa buena noticia con otros?

Este es un momento como ningún otro en la historia moderna, sin embargo, por amor, Dios nos creó para esto. Los animo a que se acerquen a su párroco, ofreciéndose a llamar a otros feligreses, invitándolos a volver a misa o ayudándolos de otras maneras.

No olvidemos las últimas palabras de Jesús antes de su ascensión al cielo: “He aquí, estoy con ustedes siempre, hasta el fin de la historia”. Si Cristo está con nosotros, ¿quién puede estar en contra de nosotros? Su misericordia debe de reforzar nuestra confianza. Él prometió que nunca nos dejaría huérfanos.

Fue en los momentos, cuando las cosas parecían más desesperadas, tal como en el Viernes Santo, que estaban a punto de ocurrir las mayores explosiones de gracia y asombro. El triunfo de la Cruz es el fundamento de nuestra esperanza. Y el Don de Dios del Espíritu Santo es la razón de nuestro gozo. Eso fue cierto hace 2000 años y continúa siendo cierto para nosotros aquí y ahora. La misericordia de Dios nos rodea; Nuestro Señor constantemente se acerca a nosotros. Si abrimos nuestro corazón a Su misericordia y nos entregamos a Él con confianza, lo veremos haciendo mucho más de lo que jamás imaginamos. Pregúntese: ¿qué es lo que el Señor me está pidiendo que haga ahora mismo? Luego, di con Santa Faustina: “¡Jesús, en ti confío!”

Nuestra Señora de Guadalupe, Santa Patrona de la Diócesis de Phoenix, ruega por nosotros. Y que Dios Todopoderoso los bendiga, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.