4.o Domingo del Adviento, Ciclo B

Oración

Padre amoroso, mientras que nos preparamos para la temporada de La Navidad, abre nuestros corazones para recibir a tu Hijo en nuestras vidas. Que celebremos su presencia dentro de nosotros y regocijemos en que él es verdaderamente Emmanuel – Dios con nosotros. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.

Comentario

Primera Lectura: 2 Samuel 7: 1-5, 8-12, 14, 16 

David amaba tanto al Señor que no pudo considerar tener el Arca del Señor morando en una tienda de campaña mientras él vivía en un palacio. Por comando de David, la gente debía construir un lugar más adecuado para el Arca.

El Arca en sí y la carpa que lo contenía fueron diseñadas por el Señor mismo. Pero, el Señor fue conmovido por el deseo de David de darle honor. A cambio, Dios le prometió a David una casa más grande, no de cedro, sino de un reino que duraría para siempre.

El Señor bendice a David y le dice: “Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable eternamente.”

Este reino incluiría un gran heredero que será el hijo de Dios. Por supuesto, como Cristianos, sabemos que este heredero es Cristo Jesús, el unigénito Hijo de Dios. Él es el Rey de reyes y Señor de señores.

Pero, lejos de ser el final de la línea, Jesús es el comienzo – para todos los que eligen morar en su reino. Porque su reino dura para siempre.

Pregunta

¿Cómo te ves a ti mismo como parte del reino de Cristo?

Segunda lectura: Romanos 16: 25-27

“Para siempre.” Estas palabras de Romanos son la forma en que a menudo terminamos nuestras oraciones, porque el Señor Jesús vive para siempre.

Como leemos en la primera lectura, Su reino no tiene fin.

El gran himno de John Newton, Sublime Gracia, nos recuerda de este reino eterno de lo cual somos parte:

“Y cuando en Sion por siglos mil, brillante esté cual Sol yo cantaré por siempre allí Su Amor que me salvó”.

Siempre es un tiempo muy largo. Pero, este gran regalo de la vida eterna comienza con Jesús quien murió para que nosotros podríamos disfrutar la eternidad con Dios. ¡Esta Navidad, demos Gracias al Señor por este regalo tan maravilloso!

Pregunta

¿Cómo le agradecerás al Señor esta Navidad por todo lo bueno que Él ha hecho por ti?

Evangelio: Lucas 1: 26-38

En nuestra primera lectura, recordamos la belleza del Arca que llevó la Ley de Dios. La esencia misma de Dios estaba dentro del Arca.

Nuestro Evangelio de hoy habla de otro Arca. Sin embargo, más que solo un contenedor de Dios, este arca maternal dio a Jesús, su verdadero ADN humano. Más que el Arca de la Alianza hecha de manos humanas en las que se colocó la ley divina, María es la nueva Arca en que fue concebido el Dios-hombre, Jesucristo.

Algo radicalmente nuevo ha comenzado. Esta es una noticia que vale la pena reflexionar y proclamar.

Sin embargo, al proclamar a Cristo nacido de una Virgen, también deberíamos proclamar su misma presencia dentro de nosotros. Porque, somos el templo de Cristo que mora dentro de nosotros. Como Iglesia revelamos la presencia de Dios con nosotros – Emmanuel.

Para reconocer a Cristo dentro de nosotros, debemos estar listos para actuar como Sus siervos. Como dijo Maria, ” Yo soy la esclava del Señor,” debemos responder, “Somos esclavos del Señor. Cúmplase en nosotros lo que nos ha dicho.”

Pregunta

¿Cómo ves al Señor morando en ti?

La tarea de esta semana

Hay un regalo que puedes dar a otros que no necesita ser envuelto.

Tu regalo de invitar a amigos o familiares a ir a la Misa Navideña contigo y / o invitarlos a ser parte de tu grupo de Cristo en nuestra Vecindad puede cambiar para siempre sus vidas.

¡Pregúntale a alguien que no ha estado en la iglesia por un tiempo y dale el regalo de una invitación para regresar para la Navidad!

Oración del Grupo

Continúe con el Salmo 88.

Salmo 88

Respuesta: Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor y daré a conocer que su fidelidad es eterna,

pues el Señor ha dicho: “Mi amor es para siempre y mi lealtad, más firme que los cielos.

R. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Un juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi elegido: ‘Consolidaré tu dinastía para siempre

y afianzaré tu trono eternamente’.

R. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Él me podrá decir: ‘Tú eres mi padre,

el Dios que me protege y que me salva’. Yo jamás le retiraré mi amor,

ni violaré el juramento que le hice”.

R. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

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