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Mis hermanos y hermanas en Cristo,

Recientemente muchas personas me han hablado de la intranquilidad que están experimentando en sus relaciones con las personas más cercanas a ellos, debido a los tiempos que estamos viviendo. Parece que hacía dondequiera que miran hay división: en las redes sociales, en nuestra cultura, en la política y dentro de sus propia familias.

Al reflexionar acerca de esto y sobre la gran cantidad de mensajes que muchos de nosotros recibimos, especialmente a través de las redes sociales y la tecnología, recordé la importancia de estar unidos en Cristo, quien por Su muerte y Su Resurrección nos reconcilió con nuestro Padre celestial y el uno con el otro.

Pero no nos olvidemos y tampoco nos dejemos engañar: el maligno es un maestro en la división y la confusión. Jesús dijo de Satanás (Jn 8,44): “… es mentiroso y padre de la mentira”. Hace mil ochocientos años, el famoso teólogo Orígenes escribió:

Donde hay pecados, allí hay desunión, cismas, herejías, discusiones. Pero donde hay virtud, allí hay unión, de donde resultaba que todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma”.

Cuando vemos confusión y división, la pregunta que debemos hacernos es esta: “¿Dónde está Jesús?” Solamente el Señor es (Jn 1, 5) “la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron”. Si no conocemos a Jesús y no somos uno con Él, nos sentiremos confundidos y nuestros pensamientos estarán dispersos.

Todos hemos sido testigos de la creciente retórica en nuestro país con respecto a la política, la raza y el género sexual. Los amigos tratan de evitar las conversaciones acerca de estos temas, y hay hogares divididos: padres e hijos en discordia, cónyuges en desacuerdo entre sí o evitando la conversación.

Es especialmente en momentos como este, que debemos ser uno en Cristo, abriendo nuestros corazones y nuestro entendimiento a Su amor, a Su paz, a Su verdad y a Su misericordia. Que nunca olvidemos que Jesucristo nos ha dado Su paz. Ha triunfado sobre el pecado y la división. Como dice San Pablo (2 Cor 5, 17ff):

“… el que está en Cristo es una nueva creación: las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas. Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo y nos dio el ministerio de la reconciliación”.

Por lo tanto, como católicos, ¿qué es lo que usted y yo debemos de hacer veamos divisiones en nuestro mundo, en nuestras comunidades y especialmente en nuestras familias? Les ofrezco tres sugerencias.

Primero: Escuche – el Señor nos enseña en Proverbios (17:27), El que mide sus palabras es un hombre sabio, y el que mantiene su sangre fría es inteligente.“. Usted y yo estamos llamados a ser testigos de nuestro misericordioso Salvador, quien murió en la Cruz para vencer el pecado y la división. Solo podemos ser testigos fieles escuchando atentamente a Jesús y a aquellos a quienes Él nos ha dado para amar. El discutir y tratar de interrumpir a los demás no puede dar buenos frutos. Al esforzamos por expresar la verdad con amor, debemos encarnar la misericordia y la bondad de Dios.

En segundo lugar: Ore – A menudo pensamos de manera equivocada que podemos resolver las dificultades o convencer a las personas de que tomen mejores decisiones sin depender de la gracia de Dios. Recordemos la sabiduría del Salmo 121, “Nuestra ayuda viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra”. San Agustín nos dice: “Debemos orar como si todo dependiera de Dios”. Cuando llevamos nuestras preocupaciones al Señor, nos unimos con Aquel que es (Jn 14, 6) “el camino, la verdad y la vida”. San Juan Pablo II dijo: “En la oración, te conviertes en uno con la fuente de nuestra verdadera luz – Jesús mismo”.

En tercer lugar: Comience con su familia – Nuestra misión en Cristo comienza en nuestra familia, la unidad básica de la Iglesia y la sociedad. Invito a todos los hogares Católicos a considerar estas preguntas:

  1. ¿Dónde está Jesús en su familia?
  2. ¿Dónde se encuentra Él en sus relaciones?
  3. ¿Ha invitado al Señor a ser parte de cada momento del día a día, especialmente en los días difíciles?

Si no ha hablado con alguno de los miembros de su familia en cierto tiempo, llámelos, verifique cómo se encuentran y pregúnteles cómo les esta yendo. Reitéreles su amor, y el amor de nuestro Señor Jesús. Si es usted un padre que tiene niños pequeños, tómese un descanso del trabajo u otra actividad durante el día para pasar tiempo con ellos. Pregúnteles cómo va la vida, con qué están luchando y de que manera les puede ayudar. No se avergüence de decirles: “Te amo” y “Jesús también te ama”.

La confusión y la división no son de Dios, y Cristo ya las ha vencido. Confiemos en que Jesús está presente, obrando en nuestras vidas y llevándonos a la paz que solo Él puede darnos.

Por favor ore por mí para que poder ser un servidor de la unidad. Y sepa que estoy orando por usted y por todas las personas a quienes Dios le ha dado para amar.

Nuestra Señora de Guadalupe, Santa patrona de la Diócesis de Phoenix, ruega por nosotros.

Jesús, en Ti confiamos.

Que Dios todopoderoso los bendiga: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén