Transcripción del video

Mis hermanos y hermanas en Cristo,

Cuando era niño, la hermana Verónica le dijo a mi clase de catecismo que el arma de Dios para lograr la paz era el Santo Rosario, ¡y yo me sentí fascinado! Allí estaba yo, un niño dispuesto a hacer algo heroico por Cristo, confiando ya en la poderosa intercesión de Su Santísima Madre. Por lo que acepté con entusiasmo la invitación de la Hermana de tomar esta arma espiritual todos los días para contribuir a la paz en el mundo y en el corazón de cada ser humano.

Como dijo el Papa Pío XI,

El Rosario es un arma poderosa para hacer huir a los demonios y mantenerse alejado del pecado… Si se desean paz en sus corazones, en el hogar, en la familia, en el país, reúnanse cada tarde para recitarlo. No dejen que pase ni un solo día sin rezarlo, no importa cuán agobiados se encuentren”.

 Como ustedes recordarán, hace un par de meses les hice la invitación de unirse conmigo para rezar juntos el rosario por nuestra nación todos los días. ¡Esta ha sido una gran bendición para todos nosotros en nuestra Diócesis de Phoenix! Al concluir esta semana la novena de 54 días, me siento profundamente agradecido por todas las personas que se unieron a nosotros en este esfuerzo de oración para contribuir a la paz en el mundo y en el corazón de cada ser humano. Para marcar el final de este período especial de oración, únase a nosotros el día viernes 23 de octubre ya que tendremos una liturgia especial transmitida en vivo desde Nazareth House, nuestro seminario y casa de formación.

¡Pero el rezo del Rosario no tiene por qué terminar en ese momento! Como les dirán quienes lo rezan habitualmente, el Rosario nos ayuda a centrar nuestro corazón en Cristo. Cuando rezamos el Rosario, nos colocamos al lado de María mientras ella vela por el Cuerpo Místico de su Hijo, la Iglesia, de una manera muy similar a como velaba por Jesús mientras este crecía en edad y sabiduría en Nazaret. Con la ayuda de María, contemplamos los variados misterios de la vida de Jesús: los gozosos, los luminosos, los dolorosos y los gloriosos. Por medio de estos misterios, Jesús conquistó el pecado y reconcilió al mundo consigo mismo. Él se hizo a Sí mismo nuestra Paz.

Cuando Dios eligió a María para ser la Madre de su Hijo Amado, la llamó a participar en una lucha continua con Satanás, y al mismo tiempo, le aseguró Su victoria. Una de las principales formas en que Cristo viene en nuestra ayuda es a través de la intercesión y los mensajes de Su Santísima Madre. Por eso rezamos con confianza a María en el “Memorare”: “… jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Vuestra protección, implorando Vuestra asistencia y reclamando Vuestro socorro, haya sido desamparado.

Cuando rezamos el Rosario y pasamos tiempo en la presencia de Jesús y María, nos libramos del egoísmo y tenemos más libertad para adorar a Dios y amar a nuestro prójimo. En ese momento, experimentamos el cumplimiento de la profecía de Zacarías:

“por boca de sus santos profetas, Él prometió en la antigüedad que nos salvaría de nuestros enemigos, de las manos de todos los que nos odian… libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días “.

Al luchar constantemente contra los constantes ataques del maligno, vemos con esperanza el sufrimiento y la muerte de Jesús que nos Redime, y sabemos que encontramos ayuda inmediata en la intercesión de su amada Madre.

Nuestra Señora de Fátima, ruega por nosotros.

Jesús, en Ti confiamos.

Y que Dios Todopoderoso los bendiga: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.